Cada vez que un mono subía la escalera para comer, el resto sufría una descarga eléctrica, así que después de algún tiempo, en cuanto un mono se aproximaba siquiera a la escalera, los otros le golpeaban.
Pasados unos días, ningún mono subía la escalera a pesar de la tentación de las plátanos.
Entonces, los científicos sustituyeron uno de los monos y la primera cosa que hizo fue, lógicamente, intentar subir la escalera. Por lo que el resto le dio una paliza.
Después de bastantes golpes, el nuevo integrante del grupo jamás volvió a pretender subir más la escalera, aunque nunca supo el porqué de tales palizas.
Cuando un segundo mono fue sustituido y sucedió lo mismo, incluso el primer sustituto participó con entusiasmo en la agresión al novato.
Un tercero fue cambiado, y se repitió el hecho. Llego después un cuarto y, finalmente, el quinto de los veteranos también fue sustituido.
Los científicos se quedaron, entonces, con un grupo de cinco monos que, a pesar de que jamás habían recibido una descarga eléctrica, continuaban golpeando a aquel que intentaba llegar a los plátanos.
Si hubiera sido posible preguntar a cualquiera de esos cinco monos ¿por qué pegaban a aquellos que intentaban subir la escalera? con certeza la respuesta simplemente hubiese sido:
No lo sé, aquí las cosas siempre se han hecho así.
En ocasiones hacemos las cosas sin preguntarnos realmente si existe otra forma de hacerlo, sin cuestionarnos el motivo o la finalidad. En la educación pasa algo parecido, hay unas reglas establecidas y por comodidad o desconocimiento no se cambian las formas de actuar.
En mi opinión, para ser un buen profesor tenemos que romper barreras, crear nuevos formas de comunicarnos e innovar en el aula. Cuestionarnos todo siempre, y buscar un camino diferente al establecido para poder conectar con los alumnos y nunca responder "...siempre se ha hecho así..."
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